Experiencia y legado
La etapa universitaria se entiende como una de transición del estudiante entre el instituto y la futura vida laboral, normalmente con una duración cercana los 4 años
Durante estos años, los estudiantes recibimos, a diferencia del colegio e instituto, una gran cantidad de información y conocimiento focalizado en la disciplina, grado o especialidad escogida para estudiar y en especial, su futura aplicabilidad práctica cuando dicho estudiante acceda al mercado laboral.
Desde hace años, las universidades centran grandes esfuerzos en que los alumnos realicen prácticas no solamente durante el último curso, sino también durante los años en los que estén estudiando, mediante contratos de prácticas en verano, contratos de media jornada… obteniendo mucha más experiencia laboral al finalizar el grado y pudiendo probar y ver de primera mano aquellos puestos de trabajo o sectores en los que estén interesados en trabajar en el futuro, pudiendo enfocar a estos puestos de trabajo o sectores tanto los siguientes años de carrera como la formación complementaria que reciba durante estos hacia esos sectores o hacia otros distintos si finalmente descubre que no son como esperaba.
En mi opinión, este hecho es muy bueno ya que contribuye a la “transformación” de los estudiantes en futuros profesionales mucho más formados y preparados. Aun así, es cierto que a la hora de elegir un sector o una especialidad determinada se crea no solamente una cierta incertidumbre sino también cierto vacío de información, y es precisamente en este punto en el que son tan importantes los programas destinados a enlazar “mentores” expertos con largas trayectorias y “peso” con aquellos estudiantes que se interesan por un determinado sector, pudiendo no solamente guiar, sino también transmitir toda esa experiencia y conocimiento al estudiante en su llegada al sector en cuestión, rompiendo así con las barreras de entrada existentes en numerosos sectores por razones diversas.
Además, este tipo de programas benefician de manera directa a las tres partes involucradas. En primer lugar, el estudiante recibe no solo facilidades e información para entrar en el sector en cuestión sino también conocimiento de primera mano que lo convertirán en un mejor profesional. Por otra parte, el mentor tiene la posibilidad de transmitir dicho conocimiento basándose en su propia experiencia, evitando que se puedan cometer errores totalmente evitables y, por último, las compañías recibirán estudiantes mucho más experimentados y con posibilidad de formalizar un contrato de trabajo en dicha empresa (tanto al finalizar su periodo de prácticas o al finalizar el grado) con idea de pertenecer a la compañía en el largo plazo.
Podemos concluir que la mentorización de estudiantes es un paso no solamente útil, sino también necesario de cara a un futuro cercano. Pudiendo continuar dentro de cada una de cada empresa con el legado de aquellos profesionales que se han consolidado o incluso retirado y aquellos estudiantes que desean formar parte de estas empresas.
Javier Peris Jr.
Responsable del Comité de Talento Joven de itSMF España